Hoy os dejo con mi Cuento de Navidad... o de Solsticio de Invierno, si ud. prefiere y es podemita, claro… porque de lo contrario no se
entiende…;)
Erase una vez un país con un ubicación
envidiable en el Mediterráneo y latino, muy latino. En el que sus ciudadanos
convivían en paz y armonía y con un gran nivel de conciliación, por cierto. De
hecho, eran la envidia del resto del planeta.
Un país que comprendía su pasado, sus aciertos y
errores y , trabajaba desde su diversidad para un proyecto común , un proyecto
más grande, más fuerte, porque entendía que en este mundo, en este contexto, era necesario ser más grande y más fuerte.
Este país era muy avanzado, moderno,
democrático, participativo… en el que sus políticos se dedicaban a
administrar con eficiencia el bien común, sin pretender “salvar vidas
ignorantes” ni entrometerse más de la cuenta. En definitiva eran buenos
gestores con buena reputación, servidores de lo público y con una sola
ideología: dejar que sus administrados vivan sus vidas en paz.
La corrupción era la excepción entre ellos ya
que admitían que tenía un nivel de vida más aceptable para su nivel
competencial equiparable al de una empresa privada de tamaño medio-grande y no
vivían por tanto en una “indigencia intelectual ni económica” que les animara a
robar en cuanto algo pasaba cerca.
Los ciudadanos eran personas responsables cuyo
esfuerzo fundamental estaba dirigido a trabajar, cuidar de los suyos y
divertirse. Entendían que el éxito distaba mucho de ser un
éxito sólo económico, sino más bien todo lo contrario, apostaban por lo inmaterial , realizando un consumo responsable y encontrando tiempo y energía
para dedicarse a los demás.
El trabajo era una dimensión importante en sus
vidas pero no lo era todo, ni tan siquiera lo más importante. Trabajaban de
manera comprometida y eficaz para compartir sus vidas con otras dimensiones
(pareja, familia, amigos, cuidado de la salud, aficiones y voluntariado) Ejercían una parentalidad responsable de forma
consensuada y sinérgica con los colegios en los que los profesores, servidores públicos en su mayoría, respondían a una élite intelectual que son
constantemente evaluados y reconocidos. Dedicaban tiempo, tiempo de calidad, a
sus familias comprendiendo que era la mayor inversión de futuro, primero porque
son sus seres queridos y segundo porque son los ciudadanos del mañana.
Todo el mundo tenía un alto nivel de
conciliación y cuando se perdía era por episodios concretos que eran
identificados y se ponía en marcha un plan de acción para minimizarlo.
Las personas y sus familias encontraban las
fórmulas para tener el tipo y tamaño de familia que deseaban con ayuda de sus
empresas, del Gobierno con una fiscalidad responsable y, del resto de la sociedad.
En definitiva, reinaba la paz y la armonía, las
personas y las empresas disponían de mayores grados de libertad para organizarse
y dar respuesta a sus obligaciones, y el gobierno no obligaba a salir a las 6
p.m..
La madurez y responsabilidad estaba a la altura
necesaria para ejercer los distintos grados de libertad. El abuso casi no
existía y cuando se producía era identificado y puesto en su sitio por las
personas más cercanas. sin necesidad de acudir a la policía.
En ese país la gente era más feliz con menos,
sabía cuál era su propósito en la vida y se esforzaba cada día por cumplirlo.
Desde las antípodas….
Conciliator has been here!
Que la fuerza os acompañe!