Me pasa mi buen amigo Alejandro Macarrón, este demógrafo
“aficionado” que desde la Fundación Reconocimiento Demográfico está poniendo
los puntos sobre las “ís”, (cosa que no hacen los políticos) la siguiente
información: “La fecundidad en Noruega en
2017 es sus mínimos históricos tras caer por octavo año consecutivo”. Y es
que Noruega un país idílico, bebe de las mismas fuentes que el resto de Europa
y la mayoría (que no todos) de los países desarrollados.
Se acabó, parecía imposible pero se acabó, no ha sido de
golpe, la cosa ha ido poco a poco, lanzando mensajes pero, nosotros nos
poníamos de espaldas o en el mejor de los casos, de perfil.
Se acabó lo de chico conoce a chica, se emparejan y forman
familia. Se acabó aquellas inquinas de las abuelas y “tu hija¿ para cuándo?,…
que se te pasa el arroz”.
El problema que había detrás de todo aquello, es la presión
social y cultural, sobre la mujer. Cómo si de “sólo ellas” fuera el problema.
Encima que ponen mucho más en esto de la parentalidad, toda la presión iba
sobre ellas, como si los varones fuéramos unos “invitados de paso a esta
fiesta” ¿Qué ha sucedido? Pues como otras tantas cosas en este país, lo que
suena a franquista nos lo cargamos sin atender a su bondad y… listo!!
La cosa ha mejorado mucho en lo que a la igualdad se
refiere, ni qué decir tiene. Pero hay un efecto colateral que es que no nacen
niños ni van a nacer, en un entorno de 30 – 40 – 50 años y esto nos va a meter
en un problema social, económico y cultural sin paragón.
La mujer en su conjunto ha decidido quitarse de encima la
pesada carga de la natalidad, y hay que entenderlo. Ya está bien de aguantar
“en solitario” este asunto.
El varón continúa asistiendo como si no fuera con él esta película.
Cuando nacían y cuando no nacen. Como si en lugar de ser la mitad del problema
y de la solución, fuera un tío de Cuenca que viene muy de vez en cuando.
Un pequeño efecto colateral que se va a dar durante los
próximos 30 – 40 – 50 años. El principal problema que se manifestará a través de
la crisis de las pensiones, de la dificultad de crecimiento, de la dificultad
de atraer inversiones, de la dificultad de atender y cuidar a nuestros mayores
y dependientes, de la desaparición de la familia como la entendemos sin primos,
ni tíos, ni hermanos,…
¿Y soluciones?
Jamás volver al problema, que lo creó, que sería decirle a
la mujer en su conjunto, “mira lo que has hecho”. Entonces… Hay que hacer todo
lo que se nos ocurra y… “al cuadrado”, todo y ya. Apoyo público en el 0 al 3,
incremento permisos parentales, apoyar a las empresas que concilian ¡todo! ¿Pero
aún así..?
Pero aún así ...La causa más común que pocos se atreven a esgrimir...
No es un problema de dinero, se trata básicamente de un
problema de comodidad y de falta de solidaridad intergeneracional, de un cierto
nihilismo, de un culto exacerbado al yo,.. Yo, mí, me, conmigo,..
Y hay que entenderlo. Tener hijos es una labor durísima que
no compensa en la balanza del placer o del yo. Un viaje a Bali, salir de copas
todos los viernes, el deportivo en tu garaje. A muchos de estas cosas habrá que
renunciar a cambio de cambiar pañales, limpiar vómitos, soportar rebeldías
adolescentes, ir a “aburridas funciones escolares”, soportar a novios y novias
que nos les convienen, recogerles a las 5 a.m. de una party, soportar su primer
exceso con el alcohol, un beso ¿compensa?
A mis abuelos sí, a mis padres también, a mí , también, ¿pero
a mis hijas?
Intentaré que así sea, pero casi todo está en mi contra.
Mientras tanto, la población envejece y decae. Sólo los
emigrantes africanos islamizados parecen estar dispuestos a “relevarnos”.
Vosotros mismos.
Conciliator 2.0 has been here!
Que la fuerza os acompañe!
PS: Sé que las personas que desean tener hijos y no lo han
conseguido, cuando leen este tipo de declaraciones se enfadan. Sólo decirles,
muchas gracias por haberlo intentado. No siempre es posible...
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